Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

viernes, 29 de abril de 2016

El aullido del gélido viento


De vuelta al continente Plateado, pero esta vez para conocer a sus habitantes, y en especial a un personaje un tanto peculiar...


A estas alturas ya no hace falta decirlo, pero lo repito: es viernes, ergo toca nueva entrega.
  De vuelta a Ecos del pasado. La semana pasada contábamos un día más en la vida de Claire y compañía, dando palos de ciego en la búsqueda de sus recuerdos.
  Pero hoy cambiamos de registro y pasamos del continente Dorado al Plateado, donde los hombres del hielo y el acero pasan su día a día. Siendo el comienzo de una nueva intriga, en este capítulo apenas percibiremos la punta de otro iceberg... (porque como veis hay muchos jaja). 
  Aprovecho esta entrada para anunciar que esta es la penúltima actualización de mi historia (¿¡qué!? ¿Ya?) pues la semana que viene termina el capítulo 3: El amor de un hermano, y con ello las publicaciones por el blog de la novela (no os preocupéis, subiré otras cosillas ^^). 
  En un mes más o menos mi libro saldrá a la venta, por lo que los que quieran seguir leyendo tras el capítulo 3, podrán hacerlo adquiriendo la novela :)


Bueno, ¡me dejo de cháchara que querréis leer Ecos del pasado!


«La vida en el contiene Plateado es una constante lucha por la supervivencia. Por ello, la señora de las batallas, Duphina de la fortaleza, les formó para la lucha, la disciplina y la resistencia.»



 3. El amor de un hermano

(7º parte)



Fell el Herrero había estado todo el día fundiendo metal para la próxima entrega de la semana siguiente. Al no estar en tiempos de guerra la demanda había disminuido, pero aún vendía lo suficiente para mantener a su familia de seis hijos. Fell era un hombre entrado en los cuarenta, con una barba pelirroja que le protegía el cuello y el pecho del frío, un poco austero y serio, conocido por todos en su aldea como un hombre apasionado por la herrería. Desde la tierna infancia ya había comenzado a ponerse con ello tras heredar el taller de su padre. Pero algo que su padre no tuvo fue el don de la forja; malear y moldear cualquier metal a voluntad, decidir el grado de temperatura al que se debía encontrar para forjar cualquier arma, y oír la música a la que se acompasaba con el golpe de mazo sobre la nueva espada forjada. La magia podía resultar ser algo fascinante y maravilloso cuando se sabía darle uso, pues muchos habían fracasado a la hora de intentar controlar su propio poder, y apenas alcanzaban a hacer una cucharilla de metal. Fell era uno de los más apreciados y notables herreros no solo de la aldea, sino de toda la comunidad del sur de las tierras heladas. Desde la primera hora de la mañana hasta entrada la noche, se podían oír los golpes de su mazo contra el metal o el acero, mientras goteaba el sudor deslizándose por su curtida y blanca piel. Aun así, cuando notaba la fatiga sabía parar a descansar para después volver al trabajo, pues era una ardua profesión la suya.
  Justo cuando Amisis llegó bien entrada la noche, se encontró al herrero fumando su pipa en el sillón junto a la chimenea y un plato con espinas de pescado en la mesita de madera que había al lado de donde había dejado sus botas de piel.
  Fell no se sorprendió de la llegada de su viejo amigo que tenía como costumbre ir a visitarlo a menudo. Era un hombre serio y de pocas palabras de origen extranjero delatado por su piel negra proveniente del sureste del continente Dorado, aunque podría haberse hecho pasar perfectamente por un nómada del desierto. Era un hombre grande y corpulento, y aunque inspirara cierto temor y desconfianza a su alrededor a pesar de los años de convivencia, era un excelente cazador resultando ser de mucha utilidad.
   — ¡Hey, camarada! Me alegra verte, ¿cómo ha ido la caza de hoy?
  Al fijarse un poco más, Fell se percató de la tristeza que embargaba a su amigo, lo que era muy raro en su caso. 
   —A mí también me alegra verte, aunque me pese el corazón.
  — ¿Qué ha ocurrido? ¿Te ha vuelto a dejar tirado la moza de piernas largas? Ya te dije que no era bueno insistir con ella, que aquí las mujeres son herméticas, ¡no como las vuestras que con poco se contentan! Ay, viejo amigo, no digas que no te avisé.
   —No tiene nada que ver con ella lo que vengo a contarte, aunque ya que lo mencionas, te diré que breve fue mi interés por ella. No, Fell, no es eso que quiero decirte.
  —Entonces dime, ¿qué es? —inquirió Fell mientras se atusó la barba con cierta impaciencia. A veces Amisis se iba por las ramas.
   — ¿No lo has sentido? Nadie habla de otra cosa en toda la aldea. En mi caso ha sido como un eco débil, pero pronto sabrás de lo que hablo.
  — ¿Sentir qué? Por la lanza de Duphina, ¡tendrás que ser más claro!
  —Has dado en el clavo. Se trata de ella.
  — ¿Quién?
  —La Elemental Duphina. Ya no está. 
  — ¿Cómo que ya no está? ¿No está dónde? ¿En su torre dices? Ya sabes que no siempre está allí, los dioses van a donde quieran.
 —No, no está aquí. —Posó su mano oscura en su pecho, señalando el corazón—. Se ha ido de este mundo, lejos de aquí, lo he sentido. He sentido el vacío de su presencia.
  Además de cazador, Amisis era conocido por sus habilidades espirituales. Incluso algunos lo llamaban «el brujo negro del monte helado». El título se lo había ganado más que por sus dotes, por sus frases enigmáticas sin acabar que muchas veces no se entendían.
  —A ver, Amisis, vas a tener que ser más claro, ya es tarde y no estoy ahora para estas cosas —refunfuñó Fell.
  —Ya no la siento, no como a los otros Elementales. Siempre los he sentido a todos, aunque fuera una señal débil, pero los percibía. Ahora a ella… no sé cómo explicarlo, es algo nuevo, pero solo sé que ya no está. Ha desaparecido. Y con ella su don; tu don.
  — ¿Mi don? ¿Te refieres a mi magia de la rama de la forja?
  —Exactamente. 
 —Eso no es verdad, esta mañana he dado uso de ella y no ha habido problema
  —Esta mañana puede ser, pero ahora ya no. Inténtalo y ya verás.
  — ¡Esto es absurdo! Mira, Amisis, es muy tarde y es mejor que te vayas a dormir, y mañana hablamos con mayor claridad, ¿te parece? —Si bien no quería angustiarse, su cuerpo comenzaba a alarmarse—. Ahora me voy a ir yo también, mi mujer me ha preparado un maravilloso estofado. —En el fondo sabía que su amigo tenía razón, algo inquietante había en el aire.
  —No me creas, no me importa, aunque me decepciona tu incredulidad después de todos estos años.
   —Me estás diciendo que nuestra diosa se ha ido, ni siquiera creo que entiendas tú mismo el peso de tus palabras. Tú escúchate y luego me lo vuelves a contar. Ahora déjame, estoy cansado.
  —Muy bien, amigo, pero no digas que no te avisé. Te veré mañana, aunque no hará falta que te explique nada más pues ya lo habrás entendido.
  Amisis salió cerrando la puerta de madera, y dejó a Fell solo en su pequeño taller de herrero. Depositó la pipa sobre la mesilla de madera, y fue a la forja donde tenía algunos pedazos de acero aún sin acabar. Normalmente con un simple pensamiento lograba calentarlo a la temperatura deseada en apenas unos segundos para después trabajarlo, o modificarle el peso, la resistencia, la forma. 
  No pudo evitar sentirse algo nervioso junto con el hormigueo que le seguía, pero debía comprobarlo. Aunque se hubiera mofado y aparentado hacer oídos sordos a su amigo, tal y como él había dicho, a lo largo de los años había aprendido que había que hacerle caso. Cuando se concentró sobre el acero, pasó lo que temía: nada.
  Entonces él también lo sintió, esa sensación de que algo se había ido de su corazón y de su mente, algo que aunque estuviera en el subconsciente, siempre había estado, firme y fuerte. Había perdido su don, a su diosa y con ello la fe.
  Aquella noche el aullido del gélido viento acompañado por las primeras nevadas tras un corto verano se confundía con los llantos y sollozos de las gentes del continente Plateado, desgarrado por el aire frío más allá de las montañas y de los lagos helados. Aquella noche nadie durmió a causa del dolor que les abatía y les dejaba una profunda huella sobre sus almas desamparadas, perdidas sin su guía.




Ahora que la diosa de la forja ya no está, y por ende la magia de los hombres del norte, ¿qué les ocurrirá? 
  ¿Se aprovechará Drian de la situación que él mismo ha provocado?
  Estas preguntas tendrán respuesta (o no) en los próximos capítulos de Ecos del pasado! La próxima semana, toca reunión entre dos Vermonth...



¡Un abrazo desde Lon'thara!





2 comentarios :

  1. ¡Me ha encantado esta parte! La manera en que has dado forma a la conexión entre la gente del norte y su diosa es sublime, es una forma innovadora de establecer relación entre mortales y dioses. Sencillamente increíble, me quito el sombrero ante ti, Leila :) Me siento un poco apagado porque está será la penúltima entrega en el blog de Ecos del Pasado, ¡se me va a hacer eterno esperar un mes para seguir leyendo!

    A nivel ortográfico nada que decir, esta parte ha sido perfecta en todos los sentidos. Mis dieses, Leila :)

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    1. Jo, Jasp, ¡que me sonrojo de nuevo! Muchas gracias siempre por leerme, y comentarme, no sabes cuánto me alegra, motiva y emociona ^^

      ¡Qué bien que te haya encantado!

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