Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

viernes, 22 de enero de 2016

Melancolía

A partir de ahora subiré (a parte de capítulo 2 y 3 de la novela) algunos fragmentos de memorias que cierto personaje importante de la historia escribirá a lo largo de la saga.


Tal vez en un futuro revele la identidad del autor (como digo, uno de los personajes centrales de la saga), pero por ahora, simplemente dejo a vuestro provecho algunas de sus escrituras.



LAMENTO 


Me mentiste.


Me dijiste que te quedarías,
que contara contigo,
y que este era el camino que escogías.

Ahora, tu mirada se emborrona
tu sonrisa, antaño cálida, se borra,
y el cuerpo se enfría.

Ni siquiera tuve tiempo de verte partir
cuando llegué, ya te fuiste,
tal vez pensaste que sería mejor así.




by kir-tat


Me mentiste.

Te ruego explicaciones, pero te mantienes mudo
estoy sola, en este lugar tan frío
al que algunos llaman mundo.

En un aterrador silencio
cierro tus párpados,
y me alejo de ti, en pleno abatimiento.

Ni siquiera pude despedirme de ti
cuando lo intenté, mi voz se tornó muda,
y sólo gemidos salieron de mí.

Me mentiste.

Sí, lo sé, lo que hoy hace daño, mañana se olvida
el color volverá a subir a mis mejillas,
y con el tiempo, podré de nuevo reír de alegría.

Pero lo que el tiempo nunca arregla
son esos trozos rotos que no vuelven a encajar,
pues te llevaste contigo el que más cuenta;

El único trozo que de verdad llenaba mi vida, mi vacío
y que ahora yace perdido.

El único trozo que de verdad valía la pena
y que ahora morirá contigo.








miércoles, 20 de enero de 2016

Los ecos de los lejanos recuerdos

La discreción de un mayordomo



Tal vez no sea Sebastian de la serie japonesa Kuroshitsuji, o el fiel servidor Alfred de Batman, pero Zífano sabe ingeniárselas sin problemas. 
  Veterano en el servicio, la familia Vermonth jamás había conocido una lealtad como la de aquél mayordomo...

Y más se requerirá de él en la situación en la que la familia se encuentra, con la desaparición de la hija mayor... ¿estará a la altura nuestro querido «butler»? 


«No pudo evitar sonreír con melancolía 
debido a los recuerdos de años atrás, 
que ahora se limitaban a ser un eco 
que cada vez se oía menos».







2. La furia de un dios (6º parte)



Lo que más se aprecia en un mayordomo es su discreción y desempeñar sus tareas sin importunar o hacerse notar. Como una sombra disimulada en cada instancia, trabajando silenciosa. Zífano era famoso por su sigilo y eficiencia, pues desde ya a una edad temprana había aprendido de los mejores. Con su elegante porte e indumentaria irreprochable, con su manía de reajustar el cuello de su camisa y las mangas de su elegante traje de mayordomo.
  Con sus cincuenta y siete años Zífano se sentía en forma a pesar de todos los duros años de servicio que le marcaban numerosas arrugas en la frente. Su pelo castaño se tornó gris desde hacía mucho tiempo y los dolores de espalda le aquejaban con mayor frecuencia. Se estaba haciendo ya algo mayor. Su sonrisa era a menudo melancólica por los lejanos recuerdos que con el paso de los años se limitaban a ser un eco que cada vez se oía menos. Sabía que pronto perdería muchas más cosas, imágenes y sonidos que iban borrándose de su memoria, difuminándose en la tela oscura del olvido.
  Pero aquello por ahora no afectaba en ningún modo su noble oficio, por lo que no le daba mucha más importancia. Hacía ya más de cuatro décadas que trabajaba al servicio de los Vermonth fielmente.
  Conocía todas las grietas y resquicios de la mansión, cada esquina de la casa. Fue testigo de sus victorias y sus derrotas, su orgullo y deshonra, su felicidad y dolor. Personas que llegaban, otras que se iban; algunas para un tiempo y otras para siempre; caras alegres, afligidas o furiosas; gritos, risas, llantos o suspiros; vida, amor, rencor o muerte.
  Zífano conocía cada detalle de aquella familia, pero a quien mejor conocía era al amo al que servía: Itgard Vermonth. Curiosamente tenían la misma edad, aunque en apariencia nadie lo creería; mientras que Zífano tenía más o menos el aspecto de un hombre maduro adentrándose poco a poco en la senectud, Itgard estaba mucho más desgastado: su pelo era canoso, fino y delicado; las arrugas eran profundas en las comisuras de los labios, los ojos y la frente; las manos grandes pero viejas, arrugadas y callosas a causa del abuso de la magia sobre su cuerpo. Sin embargo, aunque no distaba mucho de un anciano, Itgard era de mente fuerte y saludable, y la espalda bien firme. Ser un Gran Arcano tenía sus ventajas, pues algunos conocimientos avanzados de magia otorgaban cierta longevidad, cosa que por supuesto no había desaprovechado.
  Todas las mañanas, Zífano tenía que llevarle sus dos piezas de fruta y un plato de galletas con miel, junto con un vaso de leche fría a su despacho, pues el amo tenía costumbre de desayunar en soledad, ajeno a los ruidos del trajín de todas las mañanas. Aquel día no iba a ser diferente, por lo que se apresuró a llevarle la bandeja preparada subiendo las escaleras de una en una; ya no se sentía con fuerzas ni destreza para hacerlo de dos en dos como antaño hacía.
  Dio dos golpes secos a la puerta como de costumbre, sin esperar respuesta alguna, pues Itgard sabía que a esa hora siempre venía a traerle el desayuno. Abrió la puerta con la mano derecha, y entró ceremonioso al despacho; estaba vacío.
  Sorprendido, dejó la bandeja encima de la mesita que había junto a la puerta, y miró por toda la sala por si se le había antojado esconderse tras las estanterías. Al acercarse al escritorio, vio una hoja de papel en la cual explicaba su ausencia: tenía reunión, no decía con quién. Algo le decía que estaría relacionado con su hija, pues en las últimas semanas Itgard estaba nervioso y se alteraba fácilmente. Estaba perdiendo la esperanza de volver a verla.
  Decidió que aquello a él no le concernía, por lo que dejó de hacerse preguntas, dejó la nota en su sitio y se llevó la bandeja de vuelta a las cocinas


martes, 5 de enero de 2016

El deseo en el anhelo

¿Por qué siempre queremos lo que no tenemos?


Siguiendo con la introducción de Miriadden, poco a poco vamos estableciendo relaciones entre los personajes de Lon'thara...

Ya aquí se empieza a hablar de personajes fuera de Lon'thara, y en el tercer capítulo gran parte de éste transcurre en otros lugares, por lo que os recomiendo echarle un vistazo al mapa que subí en su día.


Y sin más preámbulos, ¡disfrutad de la lectura!


«Y cada vez que me mira, una punzada de dolor
me atraviesa el cuerpo, como una daga».








2. La furia de un dios (5º parte)


Aquella mañana de otoño Miriadden caminaba apresurada a su clase de estrategia naval que empezaba en unos minutos. Por nada del mundo podía permitirse llegar tarde, pues ya iba a ser la tercera vez en aquel mes, y el maestro ya le había llamado la atención la vez anterior. 
  Pero en realidad, lo que le importaba no era lo que pudiera decirle el maestro, sino que quería llegar lo antes posible para poder ver al objeto de sus fantasías esos últimos meses: Derek Vermonth. La única clase que tenían en común era aquella, lo que quería decir que solo podía verlo dos veces a la semana, por lo que no podía dejar escapar la ocasión. Además la semana anterior él no había aparecido y necesitaba saber si hoy estaba allí. La verdad es que nunca habían hablado ni cruzado miradas siquiera una vez, y seguramente no supiera ni cómo se llamaba. 
  Como era de naturaleza positiva nunca se rendía, pero ella era muy tímida y él parecía taciturno y solitario. No tenía amigos ni parecía que le interesara, como si no tuviera intención de quedarse mucho allí y fuera una pérdida de tiempo crear vínculos con quien fuera. Aquel chico era todo un misterio para Miriadden, y eso le producía fascinación.
  Llegó al aula sofocada a causa de la carrera, y su túnica color azul marino se le pegaba al cuerpo a causa del sudor que se deslizaba por su pecho y la espalda. Su túnica tenía unas cuantas manchas de salsa que habían caído sobre ella en la comida del día anterior debido a su habitual torpeza. Le causó gran desasosiego al ser una de las prendas más bonitas que tenía, con unos símbolos arcanos de hilo dorado cosidos al cuello de la tela. Sus zapatos le apretaban los pies, pero debía aguantarse y llevar la indumentaria. Al menos el color de la túnica aquel año le favorecía más, pues cada curso se correspondía con un tono. El año anterior fue el amarillo.
  No pudo evitar mirar frenéticamente a todos los lados en busca de aquellos hermosos ojos argénteos que siempre miraban hacia algún punto invisible en el espacio. Aquellos ojos que nunca la miraban a ella. 
  El corazón le dio un vuelco cuando vio en la tercera fila una cabeza con pelo de color cobrizo oscuro de espaldas a ella. No vio su cara pero no lo necesitaba, sabía que era él; lo reconocería en cualquier sitio.
  Miriadden intentó localizar un sitio lo más cerca posible de él, y a pesar de que hubiese llegado muy justo, no tuvo muchos problemas para encontrar uno. Sabía que su carácter agrio no era la única razón de su soledad, pues era conocida su condición de hijo ilegítimo. 
  Como no quería ser demasiado descarada, decidió sentarse a tres sillas de distancia de donde se encontraba él aun teniendo el espacio intermedio libre. No pudo evitar mirarle, al igual que tampoco pudo evitar sonrojarse. Se peinó con disimulo el cabello oscuro para que no se le notara recreando una cortina de pelo para taparse. Tenía la túnica tan arrugada que alisar los pliegues era inútil. El corazón seguía igual de desbocado que cuando corrió unos minutos antes por las calles. 
  Se volvió hacia el maestro aparentando interés en sus lecciones, pero ella solo oía el martilleo de la sangre recorriendo todo su cuerpo, de pies a cabeza.




viernes, 1 de enero de 2016

¡Más motivación, más energía!



¡FELIZ AÑO 2016!




A ver si de una vez decido ir al gimnasio...



Nuevo año, nuevos objetivos. O la continuación de los que ya empezamos el año anterior. La verdad es que el tiempo pasa a una velocidad vertiginosa —salvo cuando se está en clase o en el trabajo, curiosamente en esos momentos entramos en otro vórtice temporal donde todo va al ralentí—, y con ello la construcción de mi historia. 

En mi caso pues, sigo creando con la pluma —teclado— el mundo que tanto me inspira, el de Ecos del pasado. La verdad es que, si bien es cierto que tengo parones y caídas de inspiración, la escritura sigue siendo una pasión para mí, un momento de pura abstracción y desconexión del mundo real. Una maravilla.


                                 
Yo cuando empiezo una sesión de escritura sabiendo 
que voy a estar ahí sentada las próximas 5 horas.



Agradezco mucho a todos los que se están interesando por la saga, mis inestimables lectores, y espero les guste todo lo que voy contando. 

Aprovecho la ocasión para anunciar que tras publicar el tercer capítulo por completo, ya no seguiré publicando más en este blog. En todo caso no por ahora.



Algo de intriga tendrá que tener el libro cuando 
lo tengáis en vuestras manos, ¿no? 


Y esto es porque dentro de unos pocos meses, al fin la primera parte de la saga, "La danza del fuego", saldrá a la venta en librerías de Madrid y en las tiendas on-line para distribución internacional. 

Por supuesto, cuando se dé esto ya iré contando los detalles y demás.

También aviso que de aquí al fin de semana subiré un nuevo fragmento del capítulo 2, "La ira de un dios".

Y sin más dilaciones, vuelvo a felicitar el nuevo año, que remonte los ánimos, y siga repleto de magia y fantasía, como a todos los que nos pasamos por aquí nos encanta :)



«Le pesaban los párpados, y sus músculos entumecidos parecían piedras, 
cansado por el peso al que los años le habían 
sometido por el largo camino recorrido.

 Sin embargo, en cuanto divisó el brillante 
amanecer que se dibujaba en el horizonte, 
respiró de nuevo, lleno de esperanza.

Una nueva vida comenzaba».




La pluma, instrumento del alma. 
Las alas para hacer volar nuestra imaginación.


Dibujo realizado por miyumi



¡UN ABRAZO Y CON MUCHAS GANAS DESDE LON'THARA!