Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

jueves, 19 de noviembre de 2015

¡Final del primer capítulo! ¡No os perdáis el final!

Y al fin, encontró un refugio...

Poco a poco se van estableciendo vínculos entre los sucesos... ¿pero en qué medida? ¿Cómo irá evolucionando todo? 

Con esta entrega, cerramos el primer capítulo: Vacía de Ecos del pasado. 

Espero que os haya gustado, y podáis compartir vuestras opiniones y críticas. Es muy de agradecer :)


1. Vacía (5º parte)


Lanzó un largo suspiro y se dirigió a la cocina en busca de un buen estofado o caldo con garbanzos.
  Se lo preparó, y se sentó en la silla de madera, algo rígida para su gusto; pero siempre se le olvidaba pensar en comprar otra. Mientras comía su manjar a bocados, dirigió la mirada a su primo, pensativo. Derek era un joven de veintitrés años que se creía más de lo que era. La combinación entre su personalidad a veces demasiado confiada y el hecho de que se encerrara sobre sí mismo le daba como resultado la apariencia de alguien muy arrogante, taciturno y agresivo.
  Pero alguien que le conociera un poco más, como era el caso de Dultas, sabía que no era más que un pobre chico que había tenido ausencia de amor en toda su vida desde la infancia, generando en él desconfianza y rencor. Un rencor que le carcomía por dentro, convirtiéndolo en rabia mal gestionada. Tenía a menudo varios arrebatos de cólera, aunque por lo general fuera alguien bastante reflexivo. Siempre sumido en sus cosas, de las que nadie sabía, bien porque él no las mostraba jamás, o bien porque nadie estaba interesado en ello. Pues, ¿a quién le gustaría relacionarse con un simple bastardo? Era una humillación con la que Derek tendría que convivir toda su vida, solo.
  Incluso Silianna su hermanastra, que era la única que realmente había creado un vínculo emocional con él, apenas había rozado la superficie de su interior. La puerta estaba herméticamente cerrada, y Derek no la abriría bajo ningún pretexto; no quería sentir, no quería atarse a nadie. El querer al fantasma de su madre le había dolido demasiado, y para un niño de su edad en aquel entonces, tal dolor era demasiado como para querer volver a arriesgarse. Y seguramente no lo haría nunca, siendo más fácil huir y evitar afrontar sus miedos.
  Desde pequeño Derek había convivido con su padre y hermanastros, ya que su madre había fallecido muy joven, cuando él tenía seis años. Apenas la recordaba y ni siquiera tenía retrato alguno de ella. Pocos sabían a qué se parecía la madre de Derek, o quién era. Para todos era la amante de Itgard y nada más; una simple distracción de la esposa de Itgard.
  Pero cuando llegó la madre de Derek, Itgard cambió a mejor. Algunos decían que la quiso profundamente, y que tener a Derek fue un regalo del cielo al que amó como todo buen padre. Pero cuando ella murió, volvió a ser el hombre de antes, anteponiendo el trabajo y el dinero por encima de todo, relegando la familia al segundo plano al límite de la indiferencia.
  Dultas había conocido todas esas facetas de Itgard, y podía confirmar que efectivamente conocer a la madre de Derek le había cambiado, aunque fuera temporalmente. El rechazo que tenía Itgard hacia Derek era debido a que le recordaba demasiado a su madre. Aun así, no pudo evitar mantenerlo bajo su techo, como último vestigio de la pálida sombra del padre que fue antes.
  Pero Derek no podía comprender todo aquello, para él la razón de tanta humillación era sencillamente la indiferencia e intolerancia; su madre había sido un instrumento sexual para entretenimiento de su padre, y cuando murió se quedó con el bastardo porque matarlo habría manchado su reputación mucho más; todo era cuestión de estatus social, imagen y notoriedad. Derek aprendió a odiar o a ignorar a su padre, a la familia Vermonth, y a todos los que había conocido, a la excepción de Silianna.
  Dultas terminó el caldo de garbanzos, se sirvió agua fría del jarro y se acercó a Derek con aire conciliador.
  — ¿Qué es lo que miras con tanto detenimiento? Llevas así desde que llegué.
  —Llevo así desde hace unas cuantas horas. —Derek hablaba sin siquiera mirarle a los ojos.
  Hastiado por su comportamiento, decidió ser directo:
  —Ehm… Derek, aprecio que estés pasando aquí en mi casa un tiempo para descansar de tus obligaciones, pero… sinceramente, no creo que hayas venido aquí para eso. ¿Ha pasado algo en casa de tío Itgard?
  Derek no contestó al instante. Parecía que estaba petrificado en el tiempo, inmóvil como una estatua. Su mirada seguía un punto en el infinito, sin mirar a ningún sitio en concreto.
  — ¿Cómo iba a pasar algo con alguien que nunca está? —Al fin desvió la mirada hacia Dultas—. Si te molesta mi presencia, me iré de inmediato, y ya no te causaré más problemas. Sé que tener aquí al bastardo de la familia no debe de hacerte mucha gracia, pero pensé… pensé que a ti tal vez no te importaría demasiado.
  — ¿Y por qué no me iba a importar?
 —Porque pareces un hombre resuelto y con personalidad suficiente como para que un par de cuchicheos te perturben.
  Dultas no pudo evitar sonreír. Tocó el hombro de Derek con su mano, pero él lo rechazó. Derek no tenía por costumbre que le dieran muestras de afecto, y aunque en realidad la mano de su primo no le disgustó, su cuerpo reaccionaba inconscientemente ante cualquier contacto, a la defensiva. Dultas siguió hablando como si nada.
  —Estoy de acuerdo contigo, ese tipo de cosas me traen sin cuidado, los chismorreos no son lo mío. Solo te lo preguntaba por interés hacia ti, no por nada. Por supuesto, eres bienvenido en mi casa y puedes quedarte todo lo que quieras… sin embargo, creo que el haber estado aquí una semana sin hacer nada no es sano para alguien de tu edad, y aunque puedes estar aquí, te pido como adulto responsable que soy que no dejes a un lado tus estudios. —A Dultas siempre le había gustado sermonear, disfrutando del momento—. Mañana por favor, no faltes a la Academia. No debes desperdiciar el don que los Elementales te han regalado. Los demás tenemos que ganarnos la vida a base de palos. —Aunque normalmente controlaba su tono, se dio cuenta de que había elevado algo la voz. Se forzó en detenerse para dominarse de nuevo.
  En el momento en el que Derek iba a abrir la boca para protestar, los dos oyeron un ruido sordo fuera. Se miraron recíprocamente esperando a que el otro supiera qué era eso, y el sonido volvió a repetirse.
  Alguien estaba dando golpes en la puerta.
  — ¿Se puede saber quién llama a estas horas? —Dultas se dirigió a la puerta, molesto, pues el día había sido largo y pesado, y algo le decía que no iba a irse enseguida a la cama.
  Cuando abrió la puerta, lo último que se esperaba era ver un espanto. O eso fue la primera impresión que le dio al ver una chica sucia a causa del barro, sangre y hojas en el pelo. Temblaba de frío, y no parecía que fuera a poder mantenerse en pie mucho más tiempo.
  —Eh… ¿sí, que desea? —Dultas sabía que era una pregunta estúpida, pero no pudo evitarlo, las palabras ya habían salido de su boca.
  —Me he perdido y… no sabía qué hacer… hasta que vi esta casa y bueno… pensé que… —La mirada de la chica era tan penetrante que a Dultas le costó apartarse de ella, sin saber muy bien qué hacer o qué decir.
  —Está bien, está bien… puedes pasar, algo habrá de comer para ti… —Al acercarse la joven a Dultas, no pudo evitar sentir un olor infecto provenir de ella—. Pero un buen baño será lo primero. ¡Dereeeek! Prepara algo de comer para esta… pobre criatura mientras yo me ocupo de su aseo.
  Derek se acercó a la entrada donde estaban los otros dos, y al ver al despojo viviente delante no pudo ocultar una mueca de asco.
  —Por favor, Dultas, ¿pero qué clase de animales viven por la zona?
  —Derek, eres idiota. «Esto» no es un animal, sino una chica.
  —Buaj, cualquiera diría que se ha tirado de cabeza al barro con los puercos.
  —Bueno, qué quieres que te diga, ha aparecido de repente aquí pidiéndome ayuda, y como buen hombre responsable y maduro que soy —Derek no pudo evitar poner los ojos en blanco ante las afirmaciones de su primo—, lo mínimo es dejarla entrar a darse un baño, que a ver si va a contagiarnos la peste o algo peor.
  —Bueno, pues que entre pero paso de hacerle nada de comer, no tengo ni idea de cocina, y aún menos ganas de ponerme a ello. Hazlo tú mismo.
  — ¿Quééééé? Yo vengo reventado del trabajo, mientras que tú holgazaneas todo el día, ¿y me pides que yo cocine? Ni hablar. —Se cruzó de brazos simulando indignación, y Derek replicó. Los dos hombres siguieron así durante un rato, discutiendo sobre quién era el que debía cocinar, siguiendo la conversación por temas cada vez más absurdos como quién era el más guapo o bien quién era el más inteligente, olvidándose totalmente de la muchacha.
  La verdad es que ella ya empezaba a cansarse de todo aquello, acababa de llegar a esa casa pensando que por fin todo había terminado, que la ayudarían a volver a casa, y en vez de eso se había topado con dos idiotas que competían entre ellos por absurdeces.
  Los dos eran físicamente parecidos, aunque no del todo. El mayor tenía el pelo cobrizo oscuro, tenía algo más de altura aunque no tanto, y con unos ojos de un azul tan hermoso que cualquiera se quedaría prendado por ellos. Le resultó bastante guapo e instintivamente quiso caerle bien, aunque en aquel momento no estaba para pensar en aquellas cosas.
  El otro, que acababa de llegar pegando gritos, parecía un antipático y egocéntrico. Aquel hombre era algo bastante más joven, tal vez de la misma edad que ella. También tenía el pelo cobrizo, aunque mucho más corto que el del otro. Físicamente era bastante atractivo, una mandíbula cuadrada y fuerte, y tenía un aspecto más musculoso aunque no se apreciara bien a causa de las capas de ropa que llevaba.
  Si no fuera por las muecas que hasta ahora no había parado de poner, el chico resultaba agradable a la vista. Pero eso ella no era lo que veía. Solo veía un chico malhumorado con el ceño fruncido que no paraba de gesticular.
  —Esto… sigo aquí por si no lo sabíais.
  Su tono de voz al parecer no había sido lo suficientemente alto, pues los dos no parecían haberla oído. De pronto, el cansancio pareció pesarle más sobre todo el cuerpo. Las voces de los dos hombres sonaban cada vez más lejanas y le costaba cernir bien lo que tenía ante ella. Como si de pronto estuviera en otro lugar, dejó de oír nada de lo que la rodeaba dejando paso a unas voces en medio del imperturbable silencio. Al principio eran apenas un susurro, tenue y frágil, que pronto pasaron a oírse cada vez con mayor claridad. No entendía lo que la decían, pero sonaban inquietantes, como si la avisaran de algo.
  De pronto sintió que algo no iba bien. Las piernas le fallaron y se tambaleó peligrosamente hacia el suelo hasta verse obligada en doblar la rodilla para no caerse de cabeza. Si antes se sintió mal, ahora era peor. Las voces ya no hablaban alto, sino que chillaban ensordecedoras. Seguía sin entender qué le querían decir, pero el tono que empleaban era de reproche, como si le acusaran de algo que había hecho. Aunque fuera inútil se tapó los oídos con el objeto de acallar las voces, pero sin éxito; al contrario, parecía que gritaban cada vez más. La joven quería hablar para pedir auxilio pero al abrir la boca ningún sonido salía de ella, como si se le hubiese olvidado cómo se hacía. Cada vez se le nublaba más la vista, se sentía desfallecer.
  Enseguida los dos hombres callaron y la miraron como si fuera la primera vez que la veían. La chica se tapó la boca como acto reflejo al sentir una oleada de arcadas.
  Sin saber bien qué hacer, Dultas se acercó un tanto preocupado con cautela y la cogió delicadamente por los hombros para ayudarla a levantarse.
  — ¿Contento, Derek? Esto ha pasado por distraerme con tus tonterías.
  — ¡Pero qué dices! —Derek estaba furioso. Estaba harto de aquella situación—. ¡Si tú eres el que ha empezado, tan excitado como yo! ¡Esto es absurdo!
  A la vez que jadeaba furiosamente, se dio cuenta de que había vuelto a gritar, dando la impresión de ser un histérico para cualquiera que pasara por allí a escuchar. Se calmó y respiró hondo, consiguiendo relajarse. Todo se quedó en silencio y se limitó a observar a Dultas llevando a la chica al interior del hogar. Derek se rindió dejando de lado su tozudez.
  —Está bien, creo que queda una hogaza de pan, le cortaré algo de carne para acompañar, mientras que se asee y se cambie de ropa. —Se dio la vuelta en dirección a la cocina, aunque añadió un último comentario—: Imagino que tú tendrás alguna prenda acorde a su condición de fémina, con la de mujeres que pasan aquí la noche contigo…
  Dultas no dijo nada, y tiró dulcemente de la muchacha.
  — ¿Chica? ¿Estás bien? ¿Puedes hablarme?
  No supo si fue la calidez en su voz o en las manos que la sostenían, pero como por arte de magia las voces desparecieron. Poco a poco volvía a ver con nitidez y a pensar con claridad. Lo primero que vio fueron los ojos del color del océano profundo de Dultas. Embelesada, no supo bien qué podía decirle. Aun así, decidió no decirle nada sobre lo que acababa de ocurrir, limitándose a una respuesta de lo más formal.
  —Gracias, ya me siento mejor, ha sido algo repentino, pero ya se me ha pasado. —La sonrisa que la joven le dedicó a Dultas fue tan débil que apenas la percibió.
  —Entonces te llevo a los baños, necesitas una buena limpieza, y… veo que tienes unos cuantos rasguños, pero son superficiales, así que no hay de qué preocuparse.
  Sin esperar a una respuesta, la guió hacia el baño. Le dio una toalla para secarse, se dirigió rápidamente a su habitación y volvió enseguida con algo de ropa. Era de mujer.
  —No me gusta cuando hay demasiada gente, por eso no hay sirvientas, por lo que deberás bañarte tú sola. Aquí tienes para cambiarte, ya hablaremos cuando acabes. —Al mirarla tuvo la sensación que una gran impotencia la abatía—. ¿Seguro que estás mejor? Tranquila, chica, aunque no nos esperábamos tu visita, no molestas. Eres alguien en apuros y mi deber es ayudarte.
  Sonrió como mejor sabía hacerlo, con la boca algo torcida dando así un aspecto seductor. Ninguna mujer podía resistir aquella sonrisa. Y aquella joven no fue la excepción, pues a pesar de la suciedad, Dultas pudo percibir un rubor en su cara.
  «Ah, las mujeres, cuán dulces e inocentes podéis llegar a ser», se dijo.
  Dultas se despidió con un guiño, y fue dejándola sola. El baño había empezado a llenarse de vapor. No pudo evitar sonreír y sentirse dichosa.
  Se metió en la bañera canturreando como una niña y al sentir el contacto del agua caliente sobre su piel, no pudo sino suspirar de placer. Se acomodó en la bañera, y dejó que la suciedad se alejara de su cuerpo, mientras la piel absorbía el agua. Las voces que previamente habían resonado en su mente habían cesado. No entendía muy bien qué le había sucedido, pero lo importante era que ahora el mal había pasado. O eso creía ella.
  Todo había sucedido muy rápido; cuando había llamado a la puerta no se esperaba tal acogida. Tal vez aceptar entrar en aquella casa había sido una mala idea. Estaba sola y desprotegida con dos hombres en medio de un bosque perdido. ¿Y si sus verdaderas intenciones eran venderla a un comprador interesado en jovencitas desorientadas? ¿O tal vez fuera un sacrificio a algún ser de oscuras intenciones?
  «Mejor no darle vuelta a las cosas. Por ahora han demostrado lo contrario.» Se preguntó de dónde había sacado aquellas ideas retorcidas. No hacían más que inquietarla.
  Al girar la cabeza se percató de que justo al lado había una ventana que daba al espeso bosque. No pudo evitar taparse el pecho por miedo a que alguien pasara y la sorprendiera desnuda.
  «Pero qué tonta soy, si aquí no pasa nadie, salvo chicas perdidas como yo.»
  Se destapó lentamente, y no pudo sino evitar mirar a la luna. Esa noche era llena. Al no haber más nubes, ahora brillaba intensamente, como nunca la había visto. Era grande y hermosa, resplandeciente y refulgente, le deslumbraba su belleza. Ver la luna la tranquilizaba, pues había sido su única compañera aquella noche, y sobre todo le hacía sentirse menos sola
.





  Mientras se pasaba distraídamente la esponja por los brazos embarrados, intentó recordar algo sobre cómo había terminado en aquel lugar, pero nada surgía en su memoria. Al insistir rascando en los escollos de sus recuerdos comenzó a sentir de nuevo un mareo, y aunque no estuviera segura, creyó oír de nuevo las voces en su cabeza. No era más que un murmullo, un resquicio de un eco lejano apenas audible. Sacudió la cabeza enérgicamente logrando que callaran. Decidió dejar de pensar y abandonarse al reconfortante baño espumoso.
  Ya habría tiempo más tarde para preocuparse.





Espero que este capítulo no haya hecho más que acrecentar vuestras ganas de seguir, pues pronto podréis leer el segundo capítulo: La furia de un dios. 

Muchas gracias por seguir conmigo Ecos del pasado, y disfrutarlo como lectores :)

¡Un saludo desde Lon'thara!




3 comentarios :

  1. Desde luego este capítulo es muy humano, me reí un poco con la discusión entre ambos primos. Es una discusión tan normal que no la esperas, el factor sorpresa se ha cumplido a la perfección tanto en esa parte como en el resto del capítulo. Lo cierto es que me he llevado un pequeño chasco con Derek, pensé que iba a ser un personaje amable y despreocupado, esa nueva personalidad que descubrí en este capítulo me pillo completamente desarmado. Al final el que mejor me cae de los primos es Dultas y pensé que iba a ser al revés, buen trabajo :)

    Respecto a la chica, cada vez me intriga más. Quiero saber más sobre ella, es el personaje que más me intriga ahora mismo. También me ha llegado un poco el pasado de Derek, es cuanto menos triste. Lo cierto es que no puedo juzgarle por tener ese carácter después de esa infancia, de hecho es normal que se haya vuelto así (aunque recalco que pensé que sería un personaje amable y despreocupado, en serio, me has pillado completamente desprevenido).

    En la calificación te he puesto interesante por el capítulo en general y divertido por la discusión entre los primos, no es precisamente un monólogo cómico pero tiene cierta gracia si imaginas la escena :)

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    1. La verdad es que mi intención con Derek es crear a un personaje complejo con bastantes problemas que le pesan ya bastante como para preocuparse por los ajenos, pero quién sabe, ¡tal vez un día se muestre un lado más amable!

      A medida que leas, notarás que en varias escenas está ese... humor por así decir jaja es por distender un poco ;p

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    2. Esa es la impresión que da desde luego, esperaré ansioso para ver con que me sorprendes. Me gustan mucho los personajes que cambian a medida que avanza la historia, de hecho para mí esa es la clase de personaje perfecto y son de los que más abundan en mis historias :) Ya estoy deseando ver más muestras de humor, le quedan como anillo al dedo a esos dos jaja

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